Mis cartas a Papelucho by Marcela Paz

Mis cartas a Papelucho by Marcela Paz

autor:Marcela Paz [Paz, Marcela]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Infantil
editor: ePubLibre
publicado: 2020-06-01T00:00:00+00:00


Me ahogaba la felicidad y, para respirar, me comí un par de chocolates a nombre de él y mío. Abracé mi regalo anónimo y me dormí muy feliz.

XXIX

DESPERTÉ MUY TEMPRANO y lo sentí conmigo. Lo quería más que nunca.

Mis hermanas dormían y yo podía flojear otro ratito recordando mi sueño. ¡Es tan rico ser feliz!

Hay gente que cree en el destino.

«Está escrito», dicen y van a consultar brujas o adivinas para saber qué les va a suceder. Lo encuentro estúpido. Lo lindo de la vida es no saber lo que viene, sea lo que fuere.

Dios nos deja elegir lo que queremos ser y nos deja también decidir lo que vamos a hacer. Aunque, más o menos, diría yo. Porque a veces pasan cosas que no podemos evitar, como lo que está sucediendo en esta casa. No lo hemos decidido nosotros. Es un papá que lo decidió solo.

Nuestra casa es una teleserie muda. Nadie dice lo que piensa: cada uno se va secando por dentro.

Con la presencia de la abuela, mamá se ha achicado tanto que es la hermana menor y es la abuela la que dispone y manda. Mamá es una «hija» sin voluntad y obediente. Aunque es ella quien trabaja, le entrega todo su sueldo a la abuelita y no dice ni pío. Parece una niñita que presenta su libreta de notas.

Me ahogo con el montón de preguntas que yo haría. Pero adivino las respuestas evasivas. Y callo. Cuando por fin logro un momento a solas con la mamá, no digo nada y le doy un beso.

¿Qué me pasa? ¿Me he vuelto tímida y sensible y temo hacerla sufrir? ¿O es miedo a la verdad?

Miedo… Esa cuestión que detesto: cobardía.

Me da rabia conmigo y de un brinco me voy donde la mamá.

—Quiero hablar contigo. —Así domino mi miedo sin resuello.

—Ya era tiempo —dice ella, cariñosa, y de la mano me lleva a su pieza. Nos sentamos sobre la cama abrazadas—. ¿Te cuesta preguntar?, —dice alisándome el pelo.

—Sí, claro. Mamá, quiero saber si va a volver el papá. —Y sin aliento seguí—: Puede estar preso, o quizás muerto…

—Pero, linda… —me atajó.

¿A mí, qué se me dice? Nada. Papá desaparece y todos muy tranquilos menos yo. Porque no merezco saber lo que pasa. A ratos pienso que soy un ente, una idiota, incapaz de entender lo que sucede en mi propia casa.

—¡Mamá! —Y me largué a llorar y ella también.

Me sentí cruel, egoísta, inmadura y rotundamente estúpida.

Me odié por haberla hecho llorar y arranqué al baño, mi refugio.

Ahí reflexioné y discutí conmigo misma y saqué en limpio que no me debía odiar porque si Dios nos dice: «Ama a tu prójimo como a ti misma», está diciendo que debemos amarnos.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.